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“…por nuestros
antecedentes políticos y electorales, por el tamaño y la cantidad de violencia
que recibimos constantemente, por nuestra cultura, por la guerra y por la
respuesta de nuestros medios tradicionales, el nivel de irritación es mayúsculo
y esto ya es tierra de nadie.
Cada quien hace lo que se le da la
gana, como se le da la gana, cuando se le da la gana.”
Álvaro Cueva
“Yo tenía un país”
De niño, me lo imagino gordito y
simpático. El dueño de los zapes de sus demás compañeros. Centro de burlas,
acusador ante la maestra y chillón. Ni su físico ni su voz lo defienden, un
gordito simpático, berrinchudo, pero también obediente y sumiso.
Los priístas apechugaron la orden de
hacer candidato a un pobre muchacho inexperto. De carga maletas a Subsecretario
de Finanzas, luego a Secretario, el obediente pagador de los caprichos de
Fidel. Entrenado para cumplir todos los encargos, aguantarse las humillaciones
de funcionarios y alcaldes, muchos de los cuales no lo veían como un posible
candidato.
En su campaña a diputado federal, el
derroche. Para eso es el dinero, sobre todo el ajeno. Total, la prensa
comprada, los columnistas pagados y los convenios de publicidad, para algo
tenían que servir.
Como diputado federal, se dedicó a hacer
giras, todo el aparato gubernamental volcado para unos foros en que en verdad
causaba pena ajena. Prometía a los cuatro vientos gritando con su voz tipluda que
“no habría aumento al IVA”. Pobre tipo, se tuvo que tragar las palabras y votar
a favor. Para eso lo entrenaron, para obedecer y callar.
La campaña para gobernador, más
derroche. Sudaba y sudaba el gordito, disfrazado de candidato, sonreía como
alelado. Nunca supe por qué sonreía, pero eso hacía. En el debate con Yunes,
pasaba de morderse el labio y fruncir el ceño, a sonreír al momento en que
Yunes lo aplastaba, lo ninguneaba, lo humillaba públicamente.
Le organizaban sus mítines y se
dedicaba a alzar los brazos, después a señalar a la gente con el índice como
artista de televisión, se golpeaba el pecho, abrazaba al aire, agradecía con
las manos y volvía a sonreír.
Estoy seguro que sabía todo el
desastre en que se encontraba la administración pública, conocía el desgobierno
de Fidel, él había instrumentado la idea de bursatilización, él sabía cuánto
había que pagar por los caprichos de su mentor. Sabía en lo que se estaba
metiendo, pero tal vez no midió que se le vendría el mundo encima.
Tiene que tapar la corrupción porque
gracias a ella ganó las elecciones. Tiene que apechugar los nombramientos
porque paga las facturas de operativo electoral y los recursos económicos
saqueados de las alcaldías y las dependencias públicas para la campaña.
Pero entre todo esto, Javier Duarte de Ochoa se esté
llevando a Veracruz entre las patas.
Presume logros que sólo existen en su cabecita y en el
control de los medios de comunicación.
Se inventa un mundo feliz, Duartelandia.
Hace como que manda y los demás hacen como que le obedecen.
Paga a sus columnistas para que digan que él ya está
cuajado, no sé si tenga alma de queso, si sea del mismo producto que vendía el
hermano del alcalde panista de Monterrey, porque estos quesos salen muy caros.
Un gobernador de la vergüenza, como Beto Borge en Quintana
Roo, o Rodrigo Medina en Nuevo León.
Es la nueva clase de priístas, muchachitos tontitos que los
ponen para administrar el desastre, para que jueguen a que son gobernadores,
les ponen el dinero en la mano, les inventan un slogan, gastan el dinero de los
ciudadanos en las televisoras y creen que, a golpes de cartera y de convenio de
publicidad, la gente realmente les cree la sarta de tonterías que escupen en
cada discurso.
En campaña son los genios que van a gobernar de otra manera,
presumen sus maestrías y doctorados, casi vienen de otro planeta.
Pero la verdad, es que los domina la estulticia.
Javier Duarte ha demostrado en estos pocos meses, lo que
significa ser una persona manipulable, caprichosa, títere de los intereses
creados por Fidel Herrera y sus secuaces.
Su última ocurrencia, hermanar a Toluca con Xalapa, nos debe
enseñar que ahora los chorizos toluqueños se acompañarán con un café lechero.
De ese tamaño es la inteligencia de Duarte.
Pobre Veracruz, pobres priístas, pobre Javier.
Inicia la batalla electoral y el escenario es sombrío.
Los veracruzanos le cobrarán en las urnas tanto engaño,
tanta frivolidad, tanta impunidad, tanta complicidad, tanta mentira.
Hoy Veracruz es vergüenza internacional por su necedad de
encarcelar a dos twiteros.
A diario hay ejecuciones, levantones, extorsiones, amenazas,
rumores. ¿La aplicación de la justicia? Fácil, dos twiteros en la cárcel y
asunto arreglado.
¿La deuda por más de 50,000 millones? Hay que hacer campaña
por Peña Nieto, hay que hacer que gane el PRI nuevamente la Presidencia de la
República y todo quedará en el olvido.
Desde hoy se los digo: no la tendrán tan fácil, si bien
Veracruz ha sido una reserva de votos priístas, a esta elección todavía le
falta mucho por pasar.
¿Se imaginan a un
exgobernador en la cárcel?
Lo que me cuentan
Ante el desastroso papel del “gobernador”, los bonos
priístas andan a la baja. Ya iniciaron el operativo para el 2012 encarcelando a
Pablo Pavón, se siguieron con Poucholén y otros exalcaldes. La bilis y la
ceguera política como estrategia preelectoral.
Por supuesto, los exalcaldes cómplices que sean fieles al
PRI, se salvarán. La abuelita impune puede estar tranquila por ahora.
Una nueva intentona podría venirse sobre Gonzalo Guízar
Valladares, para asegurar que Joaquín Caballero Rosiñol pueda ir tranquilo a la
elección en alianza con la muchachita del tinte, pupilentes y publicidad a cargo del dinero de los
contribuyentes, Guadalupe Félix Porras.
Lana para la campaña hay, después de las obras infladas del
Fidelato y del saqueo a las arcas de Minatitlán, pero hay que asegurar la
elección, como sea.
Cuidado.
Gonzalo se ha colado en círculos Corderistas, lo han visto
en varias reuniones en las que es bien recibido y ahí podrían sacar chispas en
caso de intentar aplicarle la Javieriña
.
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